Seguramente uno de los misterios más celosamente guardados es el referente a la homosexualidad en las Casas Reales europeas, aunque con todo, los historiadores han logrado desenterrar casos verdaderamente notables, no por el hecho de la homosexualidad de sus protagonistas, ya que –como suele decirse- “al fin y al cabo esto es algo que sucede hasta en las mejores familias” (que seguramente es lo que le dijo la cotilla de la vecina a tu madre, para consolarla, cuando se enteró de que eras gay), sino porque, casi siempre, tuvieron que vivir en el armario, clandestinamente, o lo que es peor, forzados a casarse y a comportarse como se esperaba de ellos, para más amargura y desesperación de sus protagonistas:
Para empezar hablaremos del Príncipe WALDEMAR DE DINAMARCA (1.858-1.939), hijo del Rey de DINAMARCA, CRISTIAN IX, y que durante décadas, que se dice pronto, mantuvo una relación secreta con un sobrino suyo, el Príncipe GEORGIE DE GRECIA, a quien amaba y adoraba. Al parecer ambos jóvenes se conocieron, no se llevaban mucha diferencia de edad, cuando el segundo fue enviado de GRECIA a DINAMARCA para su formación académico-militar. Se pensó que su mentor, en lo militar, fuera su tío, que ya tenía altos cargos en la milicia danesa y muy pronto, nació el amor entre ambos hombres, que mantendrían a lo largo de toda su vida. Siempre se les veía juntos en las recepciones, en los actos oficiales, en las fiestas, en las bodaS, bautizos y demás parafernalias de las casas reales, y siempre se fotografiaban juntos.
Y eso que, para cuando se conocieron, WALDEMAR ya estaba casado con la Princesa francesa MARIA LUISA DE ORLEANS. Siempre juntos, pero siempre en secreto, hasta que, siguiendo su azaroso destino, el Príncipe GEORGIE DE GRECIA también se vio forzado a casarse, en su caso, con otra princesa francesa MARIA BONAPARTE. Al parecer, sólo la muerte de WALDEMAR en el año 1.939, puso fin al amor entre ambos hombres, hasta el punto, de que años después, la propia MARÍA BONAPARTE escribía en sus memorias que su esposo “jamás la besó en la boca, siempre en la frente, ya que los besos de verdad los guardaba para su querido WALDEMAR”
Otro que, al menos, fue menos discreto y tuvo una vida bastante más azarosa fue el Infante español LUIS FERNANDO DE ORLEANS y BORBÓN (1.888-1.945), aunque su título de infante no era por ser príncipe, sino por decisión de su tía, la Reina ISABEL, a su vez era sobrino de ALFONSO XII y primo de ALFONSO XIII. Ya en su época los medios le describian como “esbelto como un junco, bello como un Adonis”. Y es que éste no se privó de nada, para disgusto de sus padres y de sus rancios familiares reales: Quiso ser actor, lo que su madre no aprobaba, amén de su condición homosexual, en nada reconocida oficialmente, pero en nada negada por los hechos de su vida. Cocainómano y alcóholico, despilfarró todo su patrimonio bien pronto, llegó a casarse con una mujer tonta y rica, treinta y dos años mayor que él, para arruinarla igualmente con sus excesos, y, no contento con eso, arruinado de verdad, llegó a traficar con drogas para costearse su propio consumo. Fue explulsado, y declarado persona non grata de gran cantidad de países europeos, por sus orgías, sus escándalos y sus excesos.
Una dama de la alta sociedad, de aquella época se quejaba diciendo: “¡Yo tenía dos lacayos negros, esculturales y fornidos, uno se lo llevó la tuberculósis y al otro se lo llevó el infante!” Una vez se presentó en una recepción oficial de la nobleza, ataviado con un turbante enjoyado, desnudo de cintura para arriba, pintado el pecho de azul, a lomos de un elefante enjoyado y seguido por un cortejo de bellos eunucos… en los bajos fondos, que tanto frecuentaba para buscar droga, se le llamaba “el príncipe de los maricones” y uno de sus escándalos mas sonados, fue el ser expulsado de FRANCIA, en el año 1.924, por orden judicial, por algo relacionado con la muerte, no muy clara, de un marinero durante la celebración de una de sus bacanales homosexuales…. Finalmente ALFONSO XIII le prohibe la entrada y la residencia en ESPAÑA, por lo que se retira a vivir a PORTUGAL, donde de nuevo, más escándalos, hacen que al final se exilie en FRANCIA, donde actualmente está enterrado, olvidado por todos, como diría el poeta: “lo probó todo pero sin saciarse”.
Todos conocéis al Rey de Inglaterra JORGE VI, famoso por la reciente película “EL DISCURSO DEL REY” referente a su tartamudez… pero lo que quizás no sepáis todo lo referente a los escarceos homosexuales de su hermano JORGE DE KENT (1.902-1.942), que costaron una auténtica fortuna a la familia real inglesa que se dedicó, por aquella época, a adquirir, al precio que fuera necesario, las cartas –de manos de sus destinatarios- de alto contenido erótico y homosexual que el príncipe, intercambiaba con sus amantes masculinos. Ya en su época se le describía como el “más guapo de todos los príncipes británicos, con excesivo olor a perfume, afeminado y más preocupado por la decoración de interiores que por las cosas de hombres”, al menos la decoración de interiores era algo que compartía con su esposa, la sufrida y abnegada Princesa de KENT, MARINA DE GRECIA y DINAMARCA, quien nunca contradijo, ni ventiló, los asuntos de su marido, ya que, como buen decorador la tenía a ella simplemente por un florero, un elemento decorativo impuesto por la casa real.
Entre sus amoríos más sonados, todos ellos documentados en cartas, que la Casa Real fue adquiriendo, destruyendo o, incluso, poniendo a los servicios de inteligencia y espionaje británicos a sus órdenes para robarlas, cuando sus destinatarios no aceptaban venderlas de buen grado, destacan el actor NOEL COWARD, su relación más estable, con quien frecuentaba los bares, garitos y clubes nocturnos homosexuales de LONDRES, además sin privarse, ni siquiera, del hecho de ir maquillados, e incluso –en una ocasión- fue detenido en una redada, y tuvo que permanecer en prisión hasta que la policía confirmó que se trataba del príncipe, aunque la discrección que puso la policía al ponerlo en libertad, a prontas horas de la mañana y por la puerta de atrás de la comisaría, se fueron al traste cuando el príncipe se fue andando por la calle, con la frente bien alta, y maquillado, como seguía, desde la noche anterior… las cartas que demuestran este amorío fueron misteriosamente robadas de la casa de COWARD en el año 1.942, el mismo en el que falleció, en accidente de avión, el príncipe.
Se rumoreaba en su época, aunque se tenía por cierto, que se acostó, por una sola vez y por probar, con el esposo de una de sus primas, el príncipe LUIS FERNANDO DE PRUSIA, y le prohibieron volver a la embajada de ARGENTINA en LONDRES después de que, asistiendo a una cena diplomática, el embajador de ARGENTINA lo viera, a la mañana siguiente, saliendo del dormitorio de su hijo, JOSÉ EVARISTO URIBURU, con quien –no obstante siguio viéndose y flirteando- hasta que finalmente, a riesgo de causar un conflicto entre ambas naciones, el joven argentino fue mandado por su padre de regreso a la ARGENTINA, a vivir con su abuela, para que lo metiera en vereda y se le apagaran las pasiones… Otra metedura de pata del príncipe fue liarse con el espía e historiador ANTHONY BLUNT, gracias al cual sabemos muchos de estos detalles.
Y para concluir con este repertorio, vamos a citar a otro de casa, es decir, de ESPAÑA, en este caso al marido de nuestra Reina ISABEL II, el Rey consorte FRANCISCO DE ASIS DE BORBÓN (1.822-1.902). Para empezar diremos que se rumoreaba la homosexualidad del príncipe, a la sazón primo hermano de la Reina (que ya sabemos de donde viene la constante degeneración del patrimonio genético de la familia BORBÓN), ni que decir tiene que la propia ISABEL se negó y se opuso, todo lo que pudo, a su enlace con su primo, pero cuando al final le fue impuesto, por cuestiones de palacio, se cuenta que la desgraciada infanta iba gritando por todos los pasillos de Palacio: “¡No, con Paquita, no, con Paquita no quiero!” y es que, entre los motes con que los madrileños castigaban a nuestro protagonista estaba el de PAQUITA NATILLAS. Se dice que la propia ISABEL, a la mañana siguiente de su noche de bodas, increpaba a quienes la obligaron a casarse con su primo, de la siguiente manera: “Vosotros… ¿Qué opinaríais de un hombre, que en su noche de bodas, lleva más puntillas y encajes en su pijama que yo misma en mi camisón?”
En otra ocasión, en el año 1.859, LEOPOLDO O’DONELL, Presidente del Gobierno, fue a despedirse de la Reina ISABEL, porque se iba personalmente al frente de MARRUECOS a sublevar uno de tantos alzamientos de nuestra antigua colonia, se dice que la Reina se despidió de él diciéndole, con su gracia castiza: “¡Si fuera un hombre, yo misma me iría detrás de vos!” a lo que el Rey, situado estratégicamente dos pasos por detrás de su esposa, como corrrespondía a su ser consorte, aseveró diciendo: “¡Yo también, yo también!”.
De hecho, en la Corte, ya se sabe lo castizos que son los madrileños, cuando quieren, se cantaba una coplilla que decía:
Gran problema es en la Corte,
averiguar si el Consorte,
cuando acude al excusado,
mea de pie, o mea sentado.
Evidentemente la Reina tardó poco en olvidar su mala experiencia en la noche de bodas, que se rumorea que ninguno de sus nueve hijos supervivientes fueran de ella, que tuvo numerosos amantes, fuera y dentro de la Corte, mientras que el propio Rey tampoco se quedaba a la zaga, al final de sus días, exilado en FRANCIA, separado de la Reina, se cree pudo vivir amancebado ya con quien fue su amante “oficial” desde MADRID, un atractivo andaluz de nombre ANTONIO RAMÓN MENESES.