Hoy, al levantarme, he escuchado en la radio otra fatal noticia. Y es que, entre todas las fatales noticias que escucho todas las mañanas al levantarme, ésta me ha resultado además de tremendamente dramática, muy existencial.
Nunca he llegado a comprender las motivaciones que puede llevar a alguien al suicidio, pero el locutor anunciaba esta mañana que el índice de suicidios en Grecia había aumentado considerablemente debido a la crisis económica que tiene congelado al País. Y es que, si siempre he considerado que el factor esencial para el suicidio -teniendo en consideración que poner fin a la propia vida puede deberse a patologías enfermizas en las personas que optan por esta solución nihilista- es la falta de sentido en que su existencia puede verse inmersa, la noticia me ha llevado a la consideración de que, dado nuestro mundo materialista y consumista, la desesperación ante una situación económica nefasta, puede llevar a muchas personas a una angustia existencial tan grande que el único camino que ven en el horizonte es el de poner fin a su misma existencia.
Y es que, siempre me han desesperado racionalmente los casos de suicidios que se han cruzado por mi vida de forma accidental. Y han sido muchos y de todo tipo. Y, además de dejarme fría el alma y agrio el sentimiento, me han dejado una desesperación racional tremenda. Una desesperación ante la falta de comprensión por los hechos. Una tiritera emocional gélida e impotente. Una falta de sentido emocional y una falta de razón en mi mundo tan deseoso de explicaciones.
No es que yo sea una guadaña fría, un Angel exterminador que lleve la fatalidad a los lugares por donde paso (fuera de la anécdota del sonido de las campanas cuando voy a mi localidad), sino que por razones más bien laborales me he tenido que enfrentar con estos tristes casos, ante los cuales ni yo mismo he podido, ni sabido, ni encontrado una explicación.
Nunca he llegado a comprender las motivaciones que puede llevar a alguien al suicidio, pero el locutor anunciaba esta mañana que el índice de suicidios en Grecia había aumentado considerablemente debido a la crisis económica que tiene congelado al País. Y es que, si siempre he considerado que el factor esencial para el suicidio -teniendo en consideración que poner fin a la propia vida puede deberse a patologías enfermizas en las personas que optan por esta solución nihilista- es la falta de sentido en que su existencia puede verse inmersa, la noticia me ha llevado a la consideración de que, dado nuestro mundo materialista y consumista, la desesperación ante una situación económica nefasta, puede llevar a muchas personas a una angustia existencial tan grande que el único camino que ven en el horizonte es el de poner fin a su misma existencia.
Y es que, siempre me han desesperado racionalmente los casos de suicidios que se han cruzado por mi vida de forma accidental. Y han sido muchos y de todo tipo. Y, además de dejarme fría el alma y agrio el sentimiento, me han dejado una desesperación racional tremenda. Una desesperación ante la falta de comprensión por los hechos. Una tiritera emocional gélida e impotente. Una falta de sentido emocional y una falta de razón en mi mundo tan deseoso de explicaciones.
No es que yo sea una guadaña fría, un Angel exterminador que lleve la fatalidad a los lugares por donde paso (fuera de la anécdota del sonido de las campanas cuando voy a mi localidad), sino que por razones más bien laborales me he tenido que enfrentar con estos tristes casos, ante los cuales ni yo mismo he podido, ni sabido, ni encontrado una explicación.
Y es que en mi localidad existe una zona "oficial" para el suidio... ¡tiene cojones! ¡tiene cojones el asunto!... Hasta zona oficial para poner fin a tu existencia.
Sí. Y... dado que el lugar se encuentra en plena zona turística, no es extraño estar comiendo en uno de sus mejores restaurantes y tener la "fatal dicha "de observar por los límpidos ventanales cómo alguien se lanza al vacío por un antiguo puente. Ese ha sido el último de mis casos. Y claro... eso no es lo peor... lo peor es tener que lidiar con los familiares que, domiciliados en otra ciudad, vienen para hacerse cargo de la situación. Ya me he visto es situaciones semejantes y he tenido un complejo de idiota impresionante... porque... ¿qué puedes decir a alguien que ha perdido a un hijo con veinte años de forma tan angustiosa?.
Y... ¿qué se puede decir cuando el fallecido suicida es una persona joven al que nadie ha encontrado en situación desesperada?. Porque, he conocido -entre estas nefastas situaciones- la de un joven que sale de fiesta con sus amigos con normalidad, como un fin de semana más. Y que, de vuelta a casa y tras despedirse de forma afectivamente correcta de todos sus amigos, se cuelga en una nave familiar después de escribir fríamente una carta despidiéndose de su familia, de sus amigos, de su gente, exhortándoles a que no se sientan culpables porque ninguna queja tiene de nada ni de nadie. Imaginaos mi careto cuando tuve la carta entre mis manos... ¿Se puede encontrar una situación tan congeladora en la vida?
Y... ¿qué se puede decir cuando es un anciano indefenso el que pone fin a su vida tomando un botiquín entero después de colocar perfectamente su casa, su ropa, sus enseres? No olvidaré nunca la postura de las redondeadas gafitas sobre la mesita de noche en el lecho suicida. ¿Se puede programar tan friamente el propio suicidio para que los que vengan a casa lo vean todo en su lugar?...
Pero... entre los suicidios, también los hay más escalofriantes y heladores. Me refiero a la de aquella persona que escenificó su suicidio como si fuera una tragedia griega. Y no dudó en montar un retablo con el cuadro del Cristo de Velázquez, escribir una despedida en una barra pseudometálica entre oraciones y colgarse mirando al Cristo. No puedo encontrar algo más dramático.
Y... recordando todo ésto, he escuchado la noticia radiofónica. Realmente, cuando uno ve estas cosas, se da cuenta de lo afortunada que es la vida con uno. Ya... ya sé que todo esto es macabro... pero estas situaciones se dan en la vida. Tristemente. Nunca he llegado a comprender las motivaciones pues el don de la vida es lo más supremo que puede tener el ser humano. Pero no he podido evitar considerar el nihilismo a que esta sociedad capitalizada nos está llevando: el nihilismo de ver la muerte como único camino ante una situación desesperada. ¿Dónde han quedado los valores humanitarios de las personas? ¿tan lejos está la humanidad de nosotros que ante una pasajera desesperación somos capaces de ver la muerte como único remedio por entender que no haya nadie que pueda echarnos una mano?
Realmente, cada día estoy más asombrado con esta vida que nos ha tocado vivir.
Sí. Y... dado que el lugar se encuentra en plena zona turística, no es extraño estar comiendo en uno de sus mejores restaurantes y tener la "fatal dicha "de observar por los límpidos ventanales cómo alguien se lanza al vacío por un antiguo puente. Ese ha sido el último de mis casos. Y claro... eso no es lo peor... lo peor es tener que lidiar con los familiares que, domiciliados en otra ciudad, vienen para hacerse cargo de la situación. Ya me he visto es situaciones semejantes y he tenido un complejo de idiota impresionante... porque... ¿qué puedes decir a alguien que ha perdido a un hijo con veinte años de forma tan angustiosa?.
Y... ¿qué se puede decir cuando el fallecido suicida es una persona joven al que nadie ha encontrado en situación desesperada?. Porque, he conocido -entre estas nefastas situaciones- la de un joven que sale de fiesta con sus amigos con normalidad, como un fin de semana más. Y que, de vuelta a casa y tras despedirse de forma afectivamente correcta de todos sus amigos, se cuelga en una nave familiar después de escribir fríamente una carta despidiéndose de su familia, de sus amigos, de su gente, exhortándoles a que no se sientan culpables porque ninguna queja tiene de nada ni de nadie. Imaginaos mi careto cuando tuve la carta entre mis manos... ¿Se puede encontrar una situación tan congeladora en la vida?
Y... ¿qué se puede decir cuando es un anciano indefenso el que pone fin a su vida tomando un botiquín entero después de colocar perfectamente su casa, su ropa, sus enseres? No olvidaré nunca la postura de las redondeadas gafitas sobre la mesita de noche en el lecho suicida. ¿Se puede programar tan friamente el propio suicidio para que los que vengan a casa lo vean todo en su lugar?...
Pero... entre los suicidios, también los hay más escalofriantes y heladores. Me refiero a la de aquella persona que escenificó su suicidio como si fuera una tragedia griega. Y no dudó en montar un retablo con el cuadro del Cristo de Velázquez, escribir una despedida en una barra pseudometálica entre oraciones y colgarse mirando al Cristo. No puedo encontrar algo más dramático.
Y... recordando todo ésto, he escuchado la noticia radiofónica. Realmente, cuando uno ve estas cosas, se da cuenta de lo afortunada que es la vida con uno. Ya... ya sé que todo esto es macabro... pero estas situaciones se dan en la vida. Tristemente. Nunca he llegado a comprender las motivaciones pues el don de la vida es lo más supremo que puede tener el ser humano. Pero no he podido evitar considerar el nihilismo a que esta sociedad capitalizada nos está llevando: el nihilismo de ver la muerte como único camino ante una situación desesperada. ¿Dónde han quedado los valores humanitarios de las personas? ¿tan lejos está la humanidad de nosotros que ante una pasajera desesperación somos capaces de ver la muerte como único remedio por entender que no haya nadie que pueda echarnos una mano?
Realmente, cada día estoy más asombrado con esta vida que nos ha tocado vivir.