UN RELATO DE JOLLOWIN...QUE YA ES FECHA....


Había llegado a aquella mansión, en las afueras del pueblo, movido por la curiosidad de la invitación, aquella misteriosa nota de papel dejada en mi taquilla, que solamente decía: Mansión del Sr. STERN” seguido del nombre de un pueblo anodino de GRANADA... no hubiera ido, pensando que era una broma, si junto a la nota no hubiese la promesa de ganar seiscientos euros sólo por acudir a la cita... ¡y no está la crisis para desperdiciar la oportunidad de un dinero fácil! Ya en el pueblo, me escamó un poco la actitud de los aldeanos, al preguntar por el Sr. STERN, era evidente que en el pueblo no se prodigaba mucho, y su casa, tampoco era que diera buena espina, pues era un antiguo convento, reconvertido en mansión, a las afueras del pueblo...

Toqué a la puerta, sí, no toqué al timbre, con una aldaba que no recordaba yo haber visto una desde los tiempos del portal de la casa de mi abuela materna... En seguida se abrió aquel portalón de madera antigua y clavos de metal de grandes como mi cabeza, y apareció un hombre, de pelo canoso, del que me llamó la atención lo impecable de sus pantalones, amén de que no llevaba camisa, que me invitó a entrar: “¡Bienvenido...! El Sr. STERN está ausente, tuvo que salir de viaje, pero llegará esta noche, mientras tanto me ha dicho que se sienta usted como en casa, si desea algo, cualquier cosa –remarcó estas palabras con especial cuidado- no dude en llamarme” Me acompañó a mi habitación y desapareció por dónde había venido... ¡Pues vaya plan, abandonado todo el día en un caserón inmenso, con un mayordomo salido que me hacía proposiciones deshonestas! Dejé el macuto en la cama y pensé: “¡Qué coño, no presumo yo de no aburrirme nunca para nada, vamos a investigar un poco! ¡Todo un caserón para mí!”  Y es que, ese refrán de la “curiosidad mató al gato” nunca fue para mí...

De la puerta de mi habitación a un corredor inmenso que desembocaba en unas escaleras majestuosas, que morían en el recibidor, del piso bajo... Decidí ir a la cocina, tenía hambre, y no tenía ganas de encontrarme de nuevo con el depravado del sirviente del Sr. STERN así que decidí no molestarle por algo de picoteo... ¡Al fin y al cabo en toda cocina siempre hay un frigorífico! De paso, registrar el frigorífico puede darte una idea de quién era tu extraño anfitrión... por sus gustos los conoceréis” dice el refrán... No fue difícil encontrar la cocina, en un convento antiguo, lo más cercano al refectorio, en este caso, el megacomedor... La cocina era antigua, de esas conventuales, llena de los muebles y trastos de época, pero la nevera no, ésa era moderna, de dos puertas, con dispensador de cubitos y bebidas exterior... la abrí.... Mi sorpresa fue que en aquella nevera sólo había, literalmente, en todos los estantes y en las baldas de las puertas, tarros de cristal con salchichas de frankfurt... aún intentaba comprender aquello cuando apareció el sirviente en la cocina... acompañado de tres maromos impresionantes... muy solemne me dijo: “¡Ah, veo que ha descubierto uno de los placeres secretos de mi amo, como buen alemán sólo le gustan las salchichas!” (los tres maromos se meneaban la polla recalcando sus palabras) No sabía si ceder a la presión de la erección incipiente en mis vaqueros o asustarme por la seriedad del sirviente, que siguió relatando: “Mis colaboradores, ya que es usted tan curioso, le vendarán los ojos, y puesto de rodillas, acercarán a su boca ¿quién sabe? una salchicha o una de sus pollas, pero antes ha de adivinarlo usted primero, si acierta al menos dos veces, podrá seguir deambulando libremente por la mansión... si se niega, puede que pruebe sus puños...” Hice lo que se me ordenaba, aunque acerté en las tres ocasiones, pues dije “polla” siempre, era de tontos pensar que aquellos tres estaban allí para que alguno de ellos se quedara sin su mamada correspondiente en detrimento de un frankfurt del LIDL...

Apenas terminé de acertar, me vi nuevamente sólo y liberado de mi ceguera... en medio de la cocina... “¡Así que este era el jueguecito del Sr. STERN, pues tendría que ir con cuidado la próxima vez! ¿O no?” Por un momento estuve tentado de “investigar” el dormitorio del Sr. STERN, tal vez le encontrara allí de una vez, pero vistas las consecuencias, decidí prolongar un poco más el juego... Dirigí mis pasos al salón de estar, el Sr. STERN tenía muchos libros en sus estanterías, me puse a ojear los lomos de los libros (es una manía que tengo, mi novio siempre me dice que es de mala educación, en casa ajena, ponerse a mirar los libros, pero no lo puedo evitar....), aunque me llamó la atención una licorera de cristal, con los vasos a juego... no soy mucho de licores, soy un cateto de cerveza, pero tenía la boca seca después del accidente de la cocina, pero fue tomar la licorera entre mis manos... ¡Y apareció nuevamente el mayordomo en el salón! “Perdone usted, pero si le apetece un licor, se lo serviré cómo le gusta a mi amo, tengo orden de tratarle a usted como si de él mismo se tratase!” Al lado de la mesita de la licorera había un sillón e hizo el gesto de que me sentara, lo que yo hice sin rechistar. Atónito, ante mis ojos, el mayordomo se bajó la bragueta de su impecable pantalón, se sacó la polla, semi-erecta, y puso la boca del vaso bajo ella, derramando con delicadeza el licor sobre su miembro que venía a escurrir en el vaso que, una vez lleno, me ofreció... “Por cierto, el Sr. STERN es un tacaño, no le gusta desperdiciar el licor –dijo- acercándome de forma maliciosa su polla” Yo entendí aquello como un gesto de apurar el sorbo, y así lo hice... pensando que debía ser su venganza por no haber participado él mismo en lo de la cocina...

Apenas concluimos, me dejó a solo, con mi licor en la mano y yo me dediqué a disfrutar de él, enfrente de la chimenea... Aunque por fin vino el otoño, y el calorcito se agradecía, no paso mucho rato sin que me agobiara, aparte de la trempera que tenía, así que salí al exterior... aunque la mansión era imponente, no se podía decir lo mismo del jardín, estaba descuidado, el césped crecido, las malas hierbas campaban a sus anchas, y los árboles necesitaban una buena poda, con todo, según observé, había un jardinero que se acercaba hacia mí... “¡Lo siento, el jardín está hecho un desastre, pero el Sr. STERN lo quiere así! Además, lo siento mucho, pero he de pedirle que se baje los pantalones...” Iba a protestar, pero enseguida me di cuenta de que sería otra trampa de mi anfitrión, me bajé los pantalones hasta los tobillos... el jardinero, para mi sorpresa, se arrodilló ante mí, y con sus manazas empezó a sobarme el paquete, que ya era una erección plena... hasta que, finalmente, me bajó los calzoncillos... sin embargo no fue su reacción la que me esperaba...

“¡Este jardín está aún peor que el mío!” -exclamó mientras hacía esfuerzos con los dedos para apartar mi polla tiesa y poder examinar mi vello púbico... (He de reconocer que yo no suelo afeitarme por los bajos, que eso me parece una estupidez, además luego, cuando vuelven a crecer, pican que no veas...)- pero no es nada que no se pueda solucionar!” Para mi sorpresa sacó del bolsillo del pecho de su mono vaquero una cuchilla de afeitar, una pastilla de jabón, una brocha de barbero antigua y, ayudándose de la erección de mi polla, que podía manejar con más facilidad, me fue afeitando lenta y pausadamente... cuando concluyó, y yo ya me sentía lo suficientemente ridículo (sin vello me siento de nuevo como un impúber) me miró hacia arriba y dijo: “Con todo, falta la crema hidratante, no se preocupe...” y me hizo la mejor mamada de mi vida...

No me di cuenta, tan ensimismado estaba, que aquel cabrón de jardinero, al recoger todos los trastos del afeite, se llevó también mis pantalones, y así estaba yo, de nuevo, en ropa interior, marcando la erección descendente, andurreando por aquella mansión que ya no sabía si era de pesadilla o de fantasía...

NOTA DEL AUTOR.- Este relato, ciertamente, de JOLLOWIN, puede ser de fantasía o de pesadilla, según la disponibilidad de cada cual para dejarse hacer y pasar por las pruebas del misterioso Sr. STERN.... ¿O acordáis del juego de mesa del que modifiqué las instrucciones? ¡Pues esto es sólo una muestra! Así que, cuando queráis.... ¿Nos echamos una partidilla? ¡Que el tablero sólo tiene 99 casillas!