Hacía tiempo que notaba esa sensación, no sé si me entendéis, como si alguien me siguiera los pasos, como cuando en las películas el protagonista intuye que el malo le acecha, ahí, emboscado tras las cortinas, pero por más que miraba hacia atrás, o a los lados, nunca veía a nadie... seguramente, con esto de salir tarde del trabajo, que ya anochece más pronto, y los dos atracos que llevo a mis espaldas, me estaba emparanoiando un poco, como dicen los jóvenes de ahora...
Sin embargo, el otro día, al salir de trabajar, ya que estaba de mañanas, o sea que mi turno terminaba a las tres de la tarde, iba justo a cruzar la calle, cuando me fijé en un chico que estaba apoyado en el semáforo... ¡Cómo para no darse cuenta! Es como si estuviera ahí puesto para destacar... un poco atrevidos sus pantalones cortos, ya empieza a refrescar, mostrando unas imponentes piernas, con su vellito rubio, semitransparente, que se recortaba contra el sol de la tarde, una camiseta blanca, de manga corta, de esas que te hacen elegante sin más, marcando unos pectorales justos, unas zapatillas deportivas blancas con su típico calcetín mínimo y una gorra, por la que asomaba a borbotones su rubia cabellera, sobretodo su desordenado flequillo... dejé de mirarle para prestar atención al tráfico, que no es cuestión de dejarse atropellar por un desconocido, cuando, de repente, me abordó y me dijo: “¿Eres Andrés? Te estaba esperando” con una sonrisa que dejaba ver unos dientes blancos, perfectos, de esos de anuncio de profidén...
Evidentemente, si un desconocido te aborda por tu nombre, el desconocido lo es él para ti, pues a ti sí que te conoce, al menos el nombre... me detuve dubitativo, mientras mi cerebro intentaba procesar de qué le conocía, sin hallar respuesta... pero él me dijo, sin darme tiempo a reaccionar... “Vivo por aquí cerca... ¿Te hace un café? ¡Es lo que tomas a esta hora!”... Como si de un moderno flautista de HAMELIN se tratara, y yo de un ratoncillo embobado, le seguí sin rechistar, casi sin hacerme consciente del camino que llevaba al portal de su piso, embobado en aquella sonrisa que no le abandonaba y que tanto me atraía, porque no dijo nada, sólo sonreír, todo el rato... Al llegar al piso, que evidentemente era de esos alquilado amueblado, pues todo era muy funcional, y no había detalles de esos que individualizan o personalizan una casa, sobre una mesa baja del salón, había dos cafés servidos, con leche... Yo, extraño en casa ajena, no sabía muy bien que hacer, mientras que él se sentó, mejor dicho se dejó caer, en el sofá, y empezó a echar tres, ni una más, ni una menos, cucharaditas de café en uno de los cafés... “¡No te importará que estén fríos, total, tú te quemas con lo frío, y de azúcar, sobrado, como siempre!”...
Me senté, completamente desconcertado... aquel chico sabía demasiado de mí, estuve tentado a pensar que se tratara de una broma de mi novio, o cualquier cosa por el estilo, y mientras daba el primer sorbo de café, con cierto temblor en las manos, atiné, por fin, a balbucear algo: “¿Por qué me conoces tanto?”... Mi desconocido interlocutor sonrió de nuevo... ¡Dios mío, por qué me pondría tan cachondo esa sonrisa pícara que me echaba cada dos por tres! Él se movió un poco por el sofá, se sentó a horcajadas sobre mis rodillas mientras, poniéndome un dedo en los labios, en señal de silencio, se quitó la camiseta y comenzó a desabotonarme la camisa... No acostumbro (¡ni mucho, ni poco, simplemente no acostumbro!) a que un bombón de esa categoría me aborde de esa manera... pero aquel rubio, de ojos claros, tan cerca de mí, sin dejar de sonreír, hizo que me empalmara, aunque no creo que le importase, pues él lo había provocado...
En cuanto sintió mi erección sobre su peso, jugó diestramente con sus esbeltos dedos (¿sería pianista? ¿o músico? ¡qué manos más pequeñas y delicadas! -pensé) desabrochándome los pantalones y lamiéndome la polla sin dejar de levantar sus bellos ojos para contemplar las evoluciones de placer de mi rostro... quise devolverle el gesto, ni me di cuenta de cuándo se quedó desnudo él también... pero su erección no parecía ser para deleitarse con ella en preliminares... me puso de pie y puso sus manos en mis caderas, yo instintivamente saqué el culo, como vulgarmente se suele decir, y después de juguetear con su polla en mis nalgas a la par que con la mía en sus manos, sentí esa sensación indescriptible de la penetración... y allí acabó todo, todo lo que se puede contar sin caer en la ordinariez y la grosería... ese rubito imponente no merece que lo mancille con mis barbaridades acostumbradas...
Cuando terminamos... agotados ambos, tirados sobre la alfombra de su piso, estuve tentado –de nuevo- a preguntarle que quién era y por qué sabía tanto de mí... cuando, de repente, como accionado por un resorte, se levantó súbitamente, mientras se restregaba los huevos con las manos, mientras decía: “¡Coño, ha sido el mejor polvo de mi vida! ¡Joder con los tíos, que bien os lo montáis...! ¡Ahora entiendo que sólo sepáis pensar con la polla! ¡Dios mío, ha sido el mejor dinero empleado de mi vida, espero que los de CORPORACIÓN DERMOESTÉTICA lo piensen también, coño, con esta polla que me han puesto!...” –no me esperaba ni de lejos aquella retahíla de palabrotas, seguía hablando, muy excitado y atropellado, sin dejar de rascarse los huevos- “¡Ay, Andresito, el dineral que me ha costado meterte el pito! ¿No tienes ni puta idea de quién soy, verdad? ¡A ver, gilipollas...! ¿Cuántos rubios conoces? ¡Ninguno! ¿Y rubias? ¡Sí, no pongas esa cara, que soy yo, la IRENE...! Bueno, en mi flamante nuevo DNI me llamo IRENEO...” –mientras yo me dejaba caer en la alfombra, de nuevo para atrás, evitando que la cabeza me explotase ante tamaña revelación, y sin dejar de rascarse los huevos, IRENE-IRENEO dijo: “Por cierto... una duda... ¿Cómo os acostumbráis los hombres a andar con esto colgando todo el día? ¡Me rozan con los muslos y no me acostumbrado mucho, la verdad...!”
Nota del Autor.- Hace unos meses fue el cumpleaños de IRENE COMENDADOR, mi bloguera más querida, y fiel seguidora y comentarista, de las pocas chicas que osan asomarse por este blog... le dije que, aunque fuera con retraso ¡FELICIDADES, mi niña!, le haría un buen regalo, espero que le haya gustado, que si hay algo que de ella sé, es que le gustan los finales sorprendentes, como los suyos...