El que lea a CHRISTIAN INGEBRETHSEN con la asiduidad que yo, habrá leído seguramente su post en el que nos compartía que habían despedido a su amiga DIANA, que es lesbiana (dato completamente irrelevante, todo sea dicho de paso), si no fuera por el otro “detalle” de que según ella, aunque se lo han disfrazado como un “recorte estructural por la crisis y bla, bla, bla...” lo que evidentemente a ella no le convencía –no creo que a nadie le convenzan las razones de un despido- máxime cuando después se ha enterado de que el resto de los Afectados, o recortados, son personas homosexuales igualmente, lo que, es de cajón, y como diría SHHAKESPEARE (si es que lo dijo, que ahora, como está de moda revisarlo todo, pues al parecer sus obras tampoco son suyas) “Algo huele a podrido en DINAMARCA”... (HAMLET, Acto I)
Sin embargo, lo que más me ha sorprendido, en los comentarios subsiguientes, es que muchos comentaristas manifestaban sus reticencias con eso de la homosexualidad y su trabajo, o con lo de reconocerse delante de los compañeros de trabajo... como si muchos de vosotros no estuvieseis, por usar el cliché de siempre, “fuera del armario” en lo que a vuestros trabajos se refieren...
Así que, os compartiré un poco de mi experiencia: Yo, en lo que a mí se refiere, desde que “salí del armario” en relación a mis padres, que eran las únicas personas que me importaban, después ya, lo que piensen los demás, me la suda mucho... máxime cuando, para sorpresa mía, mis padres no hicieron mucho drama al respecto... En honor a la verdad, mi padre puso cara de “por un oído me entra, archivo el dato en la cabeza, y por el otro me sale” aunque nunca supe si eso era aceptación, conformismo o simplemente indiferencia (aunque nunca lo sabré, porque como murió poco después, pues ya no tuvimos tiempo de charlar mucho más del tema)... Mi madre, en su momento, el de la escenita de contarlo, siguió al pie de la letra el guión de “madre despechada, completamente desconocedora del tema y sorprendida”, y luego, la mujer, va teniendo rachas de aceptación-negación, algo así como los intervalos nubosos, sólo que a veces “jode” cuando le pilla en fase negación, y a veces se pasa de preocupada y pesada cuando es al contrario...
Evidentemente, desde entonces, lo que piensen los demás, literalmente, me la suda... En el trabajo nunca me he ocultado, ni delante de mis jefes, ni de mis compañeros, ni de los clientes... si me apuráis... Es lógico que no todo el mundo se lo toma igual, y que no todos los días “han de ser de color de rosa”, es decir, que hay situaciones para todos los gustos:
Aquella vez, por ejemplo, que le compartí a una compañera de trabajo que uno de los vendedores tenia “un paquetón enorme” (porque ya le había hecho la ficha a todos, y era el único verdaderamente sorprendente...) y luego se corrió la voz, y el pobre muchacho casi andaba con vergüenza, mientras las compañeras me decían: “¡Que cabrón eres, desde que dijiste lo de su paquete, no hay nadie que le mire a los ojos al hablar con él!”... Y la cosa no pasó de ahí... o sea que ese fue un momento positivo, sin mayor importancia...
En otra ocasión, con motivo de la apertura de otro centro en otra localidad, querían mandarme de refuerzo, pero hete aquí que la empresa se topó con el problema indisoluble (ante su negativa a pagar habitaciones individuales en las dietas) de que nadie quería compartir la habitación conmigo... ¡Vaya gilipollez, por esa regla de tres tendría el vestuario y las taquillas en el ala de trabajadoras, no en el de trabajadores...! Como al final todo se sabe, pues me enteré y monté en cólera, tanto que hice “un comentario desafortunado” que, como no puede ser menos, llegó a oídos de mis jefes y desde entonces ando padeciendo una especie de sanción laboral encubierta, que no viene al caso contar o esto se haría muy largo, aunque –en honor a la verdad- nada han adelantado, porque desde que estoy “castigado” siguiendo mi norma de actuación “si no quieres arroz, pues toma dos tazas”... Es decir, que si la neurona filtro que todos los seres humanos tienen entre el cerebro y la boca, para no decir las cosas sin pensar, yo nunca la he tenido, ahora me esfuerzo más por no tenerla, o sea, que sigo diciendo las cosas tal como las pienso...
Otras veces, la línea entre la broma y la falta de respeto es muy delgada, pero como yo, por aquello de que nunca veo la maldad de los demás, y encima mi optimismo y mi sentido del humor me impiden “encabronarme” por tonterías, pues estas situaciones, por parte del presunto agresor, se quedan en nada, ya que yo mismo las desmonto, dándole más razón si cabe... Me explico: El otro día, en mi descanso, voy al baño de empleados y había un compañero poniéndose la corbata delante de un espejo, yo le saludo y me pongo a mear... en ese momento el otro dice: “No me gusta esto que estamos haciendo”, y yo: “¿Y qué es lo que estamos haciendo?”, su respuesta: “Pues que estemos los dos bajo el mismo techo y uno, al menos, esté con la “chorra” fuera...” a lo que yo le respondí, riendo: “¡Pues ya sabes la que tienes...! ¡Qué cada vez me pillas más cerca del objetivo!”....
O en otra ocasión en que una niña pequeña, de dos años, no quería seguir caminando, estábamos delante otro compañero y yo, y entonces la madre, sigue andando muy decidida mientras le dice a la niña: “¡Pues ahí te quedas, solita con estos dos hombres!” a lo que yo respondí: “¡Mas bien, con este hombre y medio”... a lo que mi compañero me dijo: “No entiendo, con todo lo que te habrán insultado en tu vida, o lo que te habrán puteado, que encima tú hagas bromas al respecto” a lo que yo, inmediatamente, le dije: “¡Si lo digo por ti, hombre! ¿No ves que soy más alto que tú?”... y es que no hay mejor defensa que un buen ataque, y si algo me ha dado el Señor, en esta vida, son reflejos para deshacer todo tipo de situaciones violentas...
Pero bueno, no pretendo pontificar, que ésta es sólo mi experiencia, y cada cual sabe el tipo de ganado con el que tiene que lidiar en su trabajo....