Un día en...

... México DF...!
Y este post, va dedicado entrañablemente a Manuel SV, naturalmente no podía ser de otra manera. Como todos saben, a fines de octubre tuvo lugar nuestro encuentro con motivo de mi viaje a ese legendario y maravilloso país. Mi trabajo no me permitió pasear demasiado, sólo pude tomar estas fotos recorriendo los alrededores de mi hotel, en plena zona rosa (Órale...!). Al día siguiente partí a mi destino final, donde me esperaba Manuel, quien había viajado desde su ciudad al norte del país, atravesando varios kilómetros hasta donde yo me encontraba. Manuel es Manuel. Ya todos lo conocen aquí. Y nada nuevo puedo decirles de él, porque la transparencia con que se muestra día a día en el Café, es la que nos ha dejado ver tal cual es él  personalmente: respetuoso, humilde, simple, puro corazón, afectuoso, son su sonrisa eterna, y capaz de llegar a emocionarse hasta las lágrimas (doy fe) al practicar sólo como él sabe hacerlo, el culto a la amistad del que tanto hemos aprendido en este blog.
México es fascinante. No era mi primera vez en ese país. Afortunadamente en mi anterior visita pude recorrerlo de norte a sur. Incluso estuve en la ciudad de Manuel, aunque en esa época aún no nos conocíamos. Esta vez mi viaje fue más corto, pero, el día de mi llegada, cámara en mano, pude registrar un breve recorrido por las inmediaciones del Paseo de la Reforma y unos instantes en el Zócalo, cuando ya el día caía entre sombras. Así que hoy, de la mano de Manu, pasamos un día en el DF. ¿Me acompañan?

Manuel, nuestro tertuliano azteca, en épocas de la revolución.
Bonita pistola.

Torre del Caballito (la gran escultura amarilla que marca el inicio del Paseo de la Reforma)

Vista desde mi habitación de hotel. Arquitectura heterogénea  custodian al tradicional Hotel Imperial.

Desde mi habitación, la vista cruda de lo que queda de un enorme edificio ya desaparecido.
El Imperial sigue en pie, como testigo del nacimiento y muerte de todos ellos.

Monumento a Cristobal Colón, el primero en erigirse en el Paseo de la Reforma, y que data de 1877,
en medio del endemoniado tránsito de México DF.
(recomiendo cruzar sus calles con mucho cuidado)

Manu, cantándome una serenata de bienvenida.

Entre modernos edificios se divisa la gran cúpula decó de la Plaza de la República.

Antes del desayuno.



En la Plaza de la República se encuentra el Monumento a los Héroes de la Revolución Mexicana que,
sinceramente, corta el aliento cuando se ve de cerca.
Fue erigido entre 1936 y 1938 en un purísimo estilo art decó, como puede pareciarse.

En esta plaza se pensó originalmente construir el Palacio Legislativo de México (proyectado por el arquitecto Émile Benard) del que sólo se pudo construír la gran estructura metálica. El movimiento armado de 1910 interrumpió su realización. Y el gran memorial que vemos hoy, aprovechando la cúpula del fallido proyecto, pertenece a los arquitectos Carlos Santacilia y Mario Darqui.




Soldaditos mexicanos, custodiando el magnífico monumento.

Otro uniformado, pero éste no quiere custodiar nada.

Reflejos sobre ventanas de cristal.

Boulevard de palmenras camino a mi hotel.

Este guardia no es de ahí. (lástima, se nota que llevaba cachiporra y todo)

Este guardia sí lo fotografié yo. Pero no me mostró su cachiporra.

Otro monumento nacional: Eduardo Capetillo...!
Aquí se lo ve justo en el momento que me Manu me lo estaba presentando.

Parte muy sensual del Monumento a los Héroes de la Revolución.



Plazoleta hacia la Avenida Juárez.




Vertiginosos edificios sobre el Paseo de la Reforma.
Los hombres mexicanos te miran mucho cuando vas por allí.

Ojalá tuviéramos esto en Buenos Aires...!
Bicicletas de alquiler en varios puntos del centro.




Vista del monumento erigido para las celebraciones del centenario de la Independencia.
La Victoria Alada que remata la gran columna, es el símbolo oficial de la ciudad de México, y uno de los puntos más emblemáticos y bellos de todo el paseo.


El Hemiciclo a Benito Juárez, en la entrada sur de la Alameda Central, el paseo público más antiguo y entrañable para los habitantes de esta ciudad. Sitio de hechos históricos único en la urbe, sin dudas, la Alameda Central (que no tiene álamos aunque así se la llame), conserva toda la belleza de antaño.



Una antigua casa frente a la Alameda enjaezada con motivo de las celebraciones del día de los muertos.


En pleno centro histórico emerge el Palacio de Bellas Artes, iniciado bajo el mandato de Porfirio Díaz como parte de las grandes obras que se hicieron en la ciudad conmemorando el centenario, pero inaugurado en 1934, después de una larga historia marcada por idas y venidas en su accidentada construcción. Es la máxima casa de la cultura en todo el país, el más importante teatro lírico de México, y el centro más relevante dedicado a las bellas artes en todas sus manifestaciones.


El Palacio de Bellas Artes es un raro ejemplo arquitectónico donde se han combinado las expresiones del Art Nouveau (exterior) y del Art Deco (interior). El resultado subyuga por su extraña belleza.




Capetillo otra vez...! Sí... merecía un lugar en el Palacio de Bellas Artes...!




La histórica casa de los azulejos, de camino al Zócalo.





Catedral Metropolitana de la Asunción de María.
(Mi foto no le hace justicia.)




Vista del frente principal de la Catedral.
Este imponente templo, frente a la Plaza de la Constitución, está compuesto de  cinco naves y dieciséis capillas laterales.
Visitar esta inmensidad provoca una emoción extraña. En su interior pueden apreciarse valiosos ejemplos de arte sacro, así como imágenes, mobiliario y altares sin par. Es considerada uno de los más importantes exponentes del arte hispanoamericano.











El Zócalo al final del día.

Regreso al hotel, por la peatonal Madero











En este post no podía faltar mi amado Pedro Infante. Sí, es él, como Dios lo trajo al mundo. Ufff...!

Aquí vemos nuevamente a Eduardito en la foto que le tomé cuando fuimos a cenar juntos.
Después no lo vi más. Creo que Manu se lo llevó a su habitación.


Espero que hayan disfrutado de este pequeño recorrido mexicano. Un pequeñito aunque cuidado muestreo de una tarde en donde me di el gusto de caminar esas calles llenas de gente, de colores, de olores distintos, de ruidos y gritos, y en donde olvidé el enorme cansancio que traía en mi cuerpo ni bien bajado del avión. Un día en el DF termina ya... con las débiles luces del día que declinan casi por completo.