Hoy he visto a Lutero. Al Lutero más famoso de mi localidad.
Realmente, a mí el Protestantismo -y ¡mira que soy protestante y gruñón cuando me quitan la razón- nunca me ha convencido. Eso de que únicamente la Gracia de Dios sea la salvadora sin que los humanos podamos involucrarnos a través de nuestras obras en nuestra propia salvación, nunca me convenció. Creo que la filosofía protestante no va conmigo, toda vez que para mí los actos de las personas son por excelencia los que determinarán el futuro en el otro mundo.... ¡qué le vamos a hacer! Y si bien es cierto que -en caso de existir dios- la divinidad es la que otorga la salvación futura, también es cierto -a mi modo de ver- que para ser salvos, tenemos que prestar atención a nuestros actos procurando actuar según conciencia... ¡vamos! No ser unos cabrones y jodedores de las personas que tenemos al lado.
En todo caso, Lutero es un personaje que -por su rebeldía- a mí me ha llamado siempre la atención. Su enfrentamiento con la Iglesia de aquel tiempo le llevó a una ruptura y ya en 1516 y 1517, nuestro personaje predicó tres sermones contra las indulgencias. Pero no quedó todo ahí, y Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg como una invitación abierta a debatirlas. El hecho acaeció el 31 de octubre de 1517. Sus tesis concenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia como un abuso y pedían una disputa teológica en lo que las indulgencias se refiere.
Pues bien... ¿Quién me iba a decir a mí que en mi ciudad también hay un Lutero particular?.
Y es que hoy me he encontrado con mi amigo J.L., uno de los Sacerdotes más extraordinarios intelectualmente que yo he conocido dada su juventud. Aunque el personaje es un prototipo de Kant, con sus pantalones de tergal, su flequillo peinado de derecha a izquierda, sus gafas de pasta y sus zapatos de cura viejo, este presbítero no es "moco de pavo": pasará a la historia como un Lutero moderno por su enfrentamiento directo con el Obispo de la Diócesis -un personaje "amariconao" y "amanerado" con sotana y bragas de puntilla-.
Y es que, los problemas de J.L. se iniciaron con la subida al trono papal de Benedicto XVI -ese papa de la sonrisa sospechosa que ha estado intrigando teológicamente la Iglesia durante años, determinando con su teología el nombramiento de cardenales que le hicieron sentarse en la silla de San Pedro-. Cuando el Papa Benedicto -enano malandrín- publicó un Decreto por el que autorizaba -muy gustosamente- el uso del Latín en la liturgia "desprestigiando" las lenguas vernáculas propias de cada país, J.L. no lo pudo soportar y haciendo uso de todo su potencial intelectual elaboró un texto contra-papal con todos los argumentos en contra del uso del Latín en la liturgia de la Iglesia. Y no contento con eso y para martirizar todavía más a la jerarquía, J.L. tuvo el acierto de redactar su impresionante texto en Latín -para más cachondeo, ya que era una contradicción criticar el latín en un texto también en latín- haciendo ver a la superioridad que si él no usaba el latín no era porque no lo conociera, pues del texto se desprendía su conocimiento exacto e impoluto de esa lengua muerta.
Pero ahí no quedó la cosa... Nuestro J.L., no sólo se conformó con la elaboración del texto sino que mandó clavarlo en las mismas puertas de la Catedral y periódicos de la ciudad dando toda la publicidad posible a semejante joya.
Y he aquí que aquel día toda la ciudad se despertó con un texto en latín que nadie comprendía y que ni el mismo Obispo -mariquita por excelencia, o excelentemente mariquita según ya he expuesto- de manos amaneradas, a estilo Opus Dei, supo traducir. Creo que el Prelado tuvo que mandar el edicto con sus tesis a una comisión de traductores, al estilo de la escuela de traductores de Toledo, que le hicieron llegar el sentido del mismo en Castellano.
¡Dios! La sotana del obispo volaba al estilo Marilyn Moroe, pero sin que estuviera colocado en una ventilación de metro, porque -como Thiago bien sabe- en mi ciudad no existe ese medio de transporte -por mucho que lo prometa el PSOE, jajajaj!-, dejando ver a todos los funcionarios de Palacio sus braguitas de ganchillo y sus calzas rojas.
Su furia fué enorme. Ni siquiera la lectura de "Camino", "Surco" y "Forja" pudo apacentar al viejo prelado. A pesar de las velas que todo el clero puso a San Escrivá de Balaguer, el obispo -que como todo el mundo sabe ya a estas alturas, fue, es y será mariquita- no recobró la paz interior y se vio obligado por el estado de su mariquita conciencia a mandar al exilio a nuestro amadísimo J.L.
Fué así como J.L. se vió vilipendiado en sus cargos de profesor de teología y profesor de religión. Así como se le negó la posibilidad de dar conferencias. Se le prohibió manifestar sus argumentos. Se le prohibió escribir al respecto y se le llamó al orden exiliándolo a unas parroquias perdidas y situadas en la zona más pobretona y humillante de la diócesis. ¡Vamos! Creo que por prohibirle, hasta se le prohibió follar con tíos... cosa que tal y como está el clero, es una verdadera penitencia. (Nota Bene: nuestro J.L. no es prototipo follador)
-¿Qué tal, J.L.? -le preguntaba.
-Bien... ¡ahí estoy tan contento con mis parroquias.
-No sé cómo soportas al "Mariquita Opusino"... yo que tú, habría colgado los hábitos, me había meado en el despacho del obispo y me había casado con el maromo más impresionante por el rito Ortodoxo. -le dije.
Definitivamente, hoy estoy contento, porque he encontrado un Cura de moral intelectual intachable. Una verdadera razón para la tranquilidad espiritual... jajajaj!
Realmente, a mí el Protestantismo -y ¡mira que soy protestante y gruñón cuando me quitan la razón- nunca me ha convencido. Eso de que únicamente la Gracia de Dios sea la salvadora sin que los humanos podamos involucrarnos a través de nuestras obras en nuestra propia salvación, nunca me convenció. Creo que la filosofía protestante no va conmigo, toda vez que para mí los actos de las personas son por excelencia los que determinarán el futuro en el otro mundo.... ¡qué le vamos a hacer! Y si bien es cierto que -en caso de existir dios- la divinidad es la que otorga la salvación futura, también es cierto -a mi modo de ver- que para ser salvos, tenemos que prestar atención a nuestros actos procurando actuar según conciencia... ¡vamos! No ser unos cabrones y jodedores de las personas que tenemos al lado.
En todo caso, Lutero es un personaje que -por su rebeldía- a mí me ha llamado siempre la atención. Su enfrentamiento con la Iglesia de aquel tiempo le llevó a una ruptura y ya en 1516 y 1517, nuestro personaje predicó tres sermones contra las indulgencias. Pero no quedó todo ahí, y Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg como una invitación abierta a debatirlas. El hecho acaeció el 31 de octubre de 1517. Sus tesis concenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia como un abuso y pedían una disputa teológica en lo que las indulgencias se refiere.
Pues bien... ¿Quién me iba a decir a mí que en mi ciudad también hay un Lutero particular?.
Y es que hoy me he encontrado con mi amigo J.L., uno de los Sacerdotes más extraordinarios intelectualmente que yo he conocido dada su juventud. Aunque el personaje es un prototipo de Kant, con sus pantalones de tergal, su flequillo peinado de derecha a izquierda, sus gafas de pasta y sus zapatos de cura viejo, este presbítero no es "moco de pavo": pasará a la historia como un Lutero moderno por su enfrentamiento directo con el Obispo de la Diócesis -un personaje "amariconao" y "amanerado" con sotana y bragas de puntilla-.
Y es que, los problemas de J.L. se iniciaron con la subida al trono papal de Benedicto XVI -ese papa de la sonrisa sospechosa que ha estado intrigando teológicamente la Iglesia durante años, determinando con su teología el nombramiento de cardenales que le hicieron sentarse en la silla de San Pedro-. Cuando el Papa Benedicto -enano malandrín- publicó un Decreto por el que autorizaba -muy gustosamente- el uso del Latín en la liturgia "desprestigiando" las lenguas vernáculas propias de cada país, J.L. no lo pudo soportar y haciendo uso de todo su potencial intelectual elaboró un texto contra-papal con todos los argumentos en contra del uso del Latín en la liturgia de la Iglesia. Y no contento con eso y para martirizar todavía más a la jerarquía, J.L. tuvo el acierto de redactar su impresionante texto en Latín -para más cachondeo, ya que era una contradicción criticar el latín en un texto también en latín- haciendo ver a la superioridad que si él no usaba el latín no era porque no lo conociera, pues del texto se desprendía su conocimiento exacto e impoluto de esa lengua muerta.
Pero ahí no quedó la cosa... Nuestro J.L., no sólo se conformó con la elaboración del texto sino que mandó clavarlo en las mismas puertas de la Catedral y periódicos de la ciudad dando toda la publicidad posible a semejante joya.
Y he aquí que aquel día toda la ciudad se despertó con un texto en latín que nadie comprendía y que ni el mismo Obispo -mariquita por excelencia, o excelentemente mariquita según ya he expuesto- de manos amaneradas, a estilo Opus Dei, supo traducir. Creo que el Prelado tuvo que mandar el edicto con sus tesis a una comisión de traductores, al estilo de la escuela de traductores de Toledo, que le hicieron llegar el sentido del mismo en Castellano.
¡Dios! La sotana del obispo volaba al estilo Marilyn Moroe, pero sin que estuviera colocado en una ventilación de metro, porque -como Thiago bien sabe- en mi ciudad no existe ese medio de transporte -por mucho que lo prometa el PSOE, jajajaj!-, dejando ver a todos los funcionarios de Palacio sus braguitas de ganchillo y sus calzas rojas.
Su furia fué enorme. Ni siquiera la lectura de "Camino", "Surco" y "Forja" pudo apacentar al viejo prelado. A pesar de las velas que todo el clero puso a San Escrivá de Balaguer, el obispo -que como todo el mundo sabe ya a estas alturas, fue, es y será mariquita- no recobró la paz interior y se vio obligado por el estado de su mariquita conciencia a mandar al exilio a nuestro amadísimo J.L.
Fué así como J.L. se vió vilipendiado en sus cargos de profesor de teología y profesor de religión. Así como se le negó la posibilidad de dar conferencias. Se le prohibió manifestar sus argumentos. Se le prohibió escribir al respecto y se le llamó al orden exiliándolo a unas parroquias perdidas y situadas en la zona más pobretona y humillante de la diócesis. ¡Vamos! Creo que por prohibirle, hasta se le prohibió follar con tíos... cosa que tal y como está el clero, es una verdadera penitencia. (Nota Bene: nuestro J.L. no es prototipo follador)
-¿Qué tal, J.L.? -le preguntaba.
-Bien... ¡ahí estoy tan contento con mis parroquias.
-No sé cómo soportas al "Mariquita Opusino"... yo que tú, habría colgado los hábitos, me había meado en el despacho del obispo y me había casado con el maromo más impresionante por el rito Ortodoxo. -le dije.
Definitivamente, hoy estoy contento, porque he encontrado un Cura de moral intelectual intachable. Una verdadera razón para la tranquilidad espiritual... jajajaj!